Entrevista para el TFM «Motivar a los alumnos de ESO en Física y Química a través de ingenios de la antigüedad»

En el presente curso 2022-2023 he tenido el gran placer de colaborar con el Trabajo Fin de Máster "Motivar a los alumnos de ESO en Física y Química a través de ingenios de la antigüedad" presentado por María Cristina Herranz Bachiller y dirigido por Miguel Ángel Reyes Belmonte en el marco de los estudios de Máster en Formación del Profesorado de ESO y Bachillerato en la Universidad Nebrija. Dicha colaboración cristalizó en una entrevista que fue incorporada al trabajo académico y que, gracias a la amable invitación de Cristina, se reproduce a continuación. ¡Enhorabuena a Cristina y su director por el estupendo trabajo realizado y por poner en valor el uso didáctico de la historia de la ciencia en las aulas de secundaria!


Entrevista al doctor Luis Moreno Martínez:

 

Tenemos con nosotros a una persona que nos ha servido de inspiración para este TFM, una persona cuyo recorrido profesional es inmenso, que ha tenido en cuenta las antiguas pedagogías de motivación de los alumnos tales como las del Doctor Bargalló (...). Es el Doctor Luis Moreno Martínez, natural de Madrid (1989), licenciado en Ciencias Químicas (2012) y Máster de Profesorado en Física y Química (2013), ambas por la Universidad Complutense de Madrid. También ostenta el título de Experto en Divulgación y Cultura Científica por la Universidad de Oviedo y la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (2013) y el título de Máster en Historia de la Ciencia y Comunicación Científica por las Universidades de Alicante, Valencia y Miguel Hernández (2016).

 

Doctor en Educación en 2017 por la Universidad Autónoma de Madrid con una tesis doctoral sobre la historia de la química en el currículo y los libros de texto de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato (Moreno Martínez, 2017) y doctor en Estudios Históricos y Sociales sobre Ciencia con una segunda tesis doctoral que versó sobre la enseñanza de las ciencias fisicoquímicas en la España del primer tercio del siglo XX (Moreno Martínez, 2020) en el Instituto Interuniversitario «López Piñero» de la Universitat de València, completó su formación postdoctoral en el Departamento de Investigaciones Educativas del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico Nacional de Ciudad de México.

 

Desde 2021 es profesor de Enseñanza Secundaria de la Comunidad de Madrid en el CEIPS Vicente Aleixandre, de cuyo equipo directivo forma parte como secretario y donde es también Coordinador de Estrategia Académica y Profesional del programa Xcelence-Escuelas que inspiran. Tiene, como hemos visto al tratar el estado de la cuestión, varias publicaciones y [ha impartido varias ] conferencias (...).  Galardonado en 2022 por la Real Sociedad Española de Química con el Premio a las Tareas Educativas y Divulgativas a Profesores de Enseñanzas Preuniversitarias, tenemos el gran honor de que nos pueda responder a unas preguntas acerca de sus logros, experiencias y “motivaciones para motivar”, porque su pasión, como hemos visto, va más allá de las conferencias y de los galardones, el motor de su actividad académica es que los adolescentes vean y disfruten las ciencias tal y como él las ha visto y las continúa disfrutando.

 

Doctor Moreno, hemos visto que es seguidor de Bargalló y su metodología. ¿De dónde surgió su idea de motivar a sus alumnos con esta aplicación de la ciencia? ¿Cree que actualmente están más desmotivados que en el pasado y por eso es más necesario utilizar recursos innovadores en el aula?

 

Creo que la motivación hacia el aprendizaje es siempre fundamental y, posiblemente, una de las tareas más difíciles que afronta el profesorado de enseñanza secundaria. A ello hay que añadir que las materias de ciencias suelen ser percibidas como áridas y difíciles para el alumnado tanto por la competencia matemática que implican como por el nivel de abstracción que requiere la comprensión de muchos conceptos científicos básicos.

 

Posiblemente mi interés por motivar al alumnado hacia el aprendizaje de la ciencia surgió en el mismo momento en que pisé el aula. Los profesores de secundaria somo algo actores y tenemos que captar la atención de un público difícil que no suele tener una especial predisposición hacia la materia que queremos enseñarles, especialmente en los cursos inferiores. Hay muchas estrategias para lograrlo, las cuales han sido aportadas por la investigación en didáctica de las ciencias experimentales. Por ejemplo, contextualizar lo que queremos que aprendan en su vida cotidiana es una estrategia básica. Si el alumnado percibe los aprendizajes como algo que le es útil para entender lo que él mismo vive en su día a día, lograremos motivarle más fácilmente hacia el aprendizaje.

 

Otra estrategia interesante y para mí fundamental es humanizar la ciencia. Es aquí donde la historia de la ciencia nos proporciona un sinfín de capítulos misteriosos, a veces rodeados de misterio e intriga, y repletos de enseñanzas no solo sobre una teoría o concepto científico, sino sobre cómo funciona la ciencia. Este último aspecto es muy relevante ya que es parte inherente del paso por la Educación Secundaria Obligatoria el reflexionar en algún momento sobre el futuro profesional. Aquí creo que es clave mostrar a los alumnos que las disciplinas STEM no solo son fundamentales para entender nuestro universo o muchos fenómenos cotidianos, sino que también son opciones de futuro.

 

Una estrategia que me parece muy relevante para motivar al alumnado hacia el aprendizaje de las ciencias es el empleo de metodologías activas, con especial atención a las que promueven la experimentación en el aula. Fomentar el aprendizaje experimental no quiere decir dar clase siempre en el laboratorio, que sería una condición ideal pero no siempre realizable, sino situar al estudiante en los zapatos y la bata de investigador/a. Los investigadores no solo “cacharrean”, también observan críticamente fenómenos, analizan datos experimentales, comunican resultados… Creo que la adquisición de estas destrezas científicas básicas debe ser un objetivo transversal y central de todas las materias del ámbito STEM.

 

Quizá por confluencia de mi formación universitaria en ciencias, su didáctica y su historia y de mi profesión y vocación docente, soy un entusiasta del uso educativo de la historia de la ciencia en las aulas y de una línea de trabajo muy poco transitada todavía en España por el profesorado: la historia de la enseñanza de las ciencias. Los científicos suelen conocer a sus “antepasados profesionales”, aunque sea de manera superficial dada la escasa presencia de formación en historia de la ciencia en las titulaciones STEM. Sin embargo, el profesorado de ciencias no suele conocer la historia de su propio colectivo profesional, más allá de su propia experiencia personal (algún profesor que le marcó, algún autor de libros de texto o manuales de referencia, etc.). Yo me topé con el profesor Modesto Bargalló durante la realización de mis estudios de máster y de doctorado en historia de la ciencia y descubrir su obra y sus trabajos han supuesto un gran impulso a mis reflexiones y actuaciones como profesor.

 

Docentes como Modesto Bargalló tuvieron que abordar un reto realmente complejo: enseñar ciencias en un contexto con escasos recursos. En este sentido, desconozco si su alumnado estaba más o menos motivado que nuestro alumnado actual, pero lo que sí es posible afirmar es que nuestros recursos son mucho más diversos, lo que introduce una mayor dificultad en su selección. Mirar atrás, a las aulas de ciencias del pasado, nos puede ayudar en dicho proceso. Precisamente, el aula de Modesto Bargalló era un espacio donde se combinaba la resolución de problemas “de lápiz y papel” con la construcción de artefactos para aprender física, la experimentación para aprender química o el trabajo en el huerto para aprender historia natural.

 

Muchas veces se antagoniza tradición e innovación en educación. Sin embargo, si miramos al aula de docentes como Bargalló encontramos tradición, pues forman parte de nuestro pasado docente, pero también innovación, pues en su contexto buscaron conectar la ciencia motivando al alumnado. Por ejemplo, en el contexto de la época de Bargalló (principios del siglo XX), la realidad del alumnado era la necesidad de adquirir habilidades manuales para sus futuros oficios, motivo por el cual el aprendizaje manipulativo a través de la construcción de artefactos les motivaba al dotar de sentido y valor a lo que aprendían en las aulas. Hoy, necesitamos promover el pensamiento crítico, la toma eficaz de decisiones, el trabajo en equipo o la adquisición de competencias basadas en el uso de la ciencia para resolver problemas. ¡Qué mejor que construir aquellos aparatos! Recrearlos en el aula del presente nos ayuda a esto y mucho más. Creo que es un buen ejemplo de cómo las prácticas de aula de quienes nos precedieron pueden seguir inspirando nuestro quehacer docente.

 

Además, desde el punto de vista pedagógico, los artefactos científicos del pasado permiten al alumnado indagar en leyes científicas de forma mucho más intuitiva y manipulativa que los modernos equipos de laboratorio, que en ocasiones actúan como “cajas negras” para los estudiantes. La mayor sencillez del laboratorio de ciencias del pasado entronca mucho mejor con el laboratorio escolar actual que los modernos laboratorios de investigación. Una prueba más de que la historia de la ciencia es una valiosa fuente de experiencias didácticas.

 

¿Piensa que en España podemos contar con la ayuda y medios necesarios para poner todas estas experiencias en funcionamiento o es necesario también mucho sacrificio por parte del docente?

 

En mi opinión, el profesorado de enseñanza secundaria en nuestro país cuenta con recursos de interés para promover este tipo de experiencias, pero todavía nos falta un recurso clave: el tiempo. En muchas ocasiones, estas experiencias salen adelante por dedicación del profesorado no solo más allá de sus horas lectivas y complementarias en sus centros, sino más allá de las horas de libre disposición para la preparación de actividades docentes o perfeccionamiento profesional. Sin embargo, creo que hay recursos de interés, aunque no siempre conocidos. Por ejemplo, la Real Sociedad Española de Física y la Real Sociedad Española de Química, a través de su Grupo Especializado de Didáctica e Historia de la Física y la Química común a ambas, convoca el Premio Salvador Senent a trabajos en didáctica e historia de la física y la química, además de otros premios y jornadas donde se abordan este tipo de cuestiones. También hay plataformas como Scientix, que promueven la innovación educativa en el ámbito STEM, donde tienen perfecta cabida todo este tipo de actuaciones de innovación educativa. La Sociedad Catalana de Historia de la Ciencia y de la Técnica también organiza jornadas sobre historia y enseñanza de las ciencias muy interesantes donde se comparten trabajos de interés en esta línea. Otro ejemplo relevante es la labor que realiza el Instituto Interuniversitario López Piñero de la Comunidad Valenciana, desde donde se organizan jornadas matinales para profesores de enseñanza secundaria donde convergen investigadores en historia de la ciencia con docentes, fomentando la colaboración y la producción de materiales educativos basados en el uso de la historia de la ciencia.

 

Hemos analizado su reproducción del experimento de Gaston Tissandier (Recreaciones científicas o la física y la química sin aparatos ni laboratorio, 1884) y nos ha entusiasmado. Quería saber si en este u otros experimentos ha tenido alguna dificultad o situación curiosa, algo que se haya escapado a su control y sea interesante conocer...

 

Recuerdo que cuando realizaba mi tesis doctoral en historia de la ciencia me llamó la atención un concepto introducido por el filósofo Michael Polonyi. Se trata del “conocimiento tácito” y aplicado al trabajo experimental vendría a significar todos esos saberes y destrezas que no se plasman en los manuales ni en los guiones de laboratorio, pero que resultan vitales para que un experimento salga bien o no. Pese a la preparación de las clases, la docencia directa en el aula introduce situaciones imprevistas que los docentes debemos acometer. Precisamente, realizando la experiencia de aprendizaje por indagación basada en el experimento histórico que describe Tissandier, fueron varios los aspectos inesperados que surgieron. Por ejemplo, no siempre se formaba el humo de cloruro de amonio de forma visible y hubo que realizar varios ensayos hasta que encontramos las cantidades adecuadas. Además, guiar al alumnado de una fase a otra del proceso no fue nada trivial y tuve que seleccionar muy bien qué decir, cuándo decirlo y qué no de decir para que fuesen ellos los que llegasen a las conclusiones.

 

Finalmente, quería saber si después de todas las aplicaciones y estudios realizados, que realmente son utilizadas después como situaciones de aprendizaje por otros docentes a través del INTEF (El enigma de la copa mágica o El misterioso envenenamiento del señor Lafarge), ve que realmente sus alumnos se motivan y son capaces de encontrar en la ciencia la respuesta o inspiración que buscan.

 

En general sí observo que el empleo de la historia de la ciencia en el aula, por ejemplo de las situaciones de aprendizaje que mencionas, suele motivar cuando se seleccionan capítulos misteriosos o con cierto halo de misterio, como el caso Lafarge o el truco que describe Tissandier. No obstante, al implicar una mayor participación del alumnado y de trabajo en el aula, suele ser necesario motivarles mucho inicialmente para que “superen la energía de activación”, ya que en ocasiones les es más cómodo desconectar y limitarse a copiar de la pizarra. Recuerdo que en una ocasión al presentar un proyecto de trabajo práctico investigativo basado en la historia de la ciencia en una clase de Física y Química a un grupo de alumnos de 3º ESO, escuché a un alumno decir “mola, pero es que con esto de los proyectos se trabaja mucho más… casi mejor hacer solo problemas”. Creo que refleja bien la situación que en ocasiones nos vamos a encontrar, pero no por ello hay que decaer.

 

Por último queríamos agradecerle su tiempo y dedicación para respondernos a estas preguntas, ya que su contribución a la ciencia y a la motivación en los alumnos de secundaria es digna de respeto. Por nuestra parte continuaremos siguiendo sus avances en este campo porque son extraordinarios.

 

¡El placer es mío! Felicidades por haber elegido un tema tan apasionante como TFM y mucho éxito en tu futura labor docente.


Entrevista tomada de: Herranz Bachiller, M. Cristina (2023). Motiviar a los alumnos de ESO en Física y Química a través de ingenios de la antigüedad. Trabajo Fin de Máster. Universidad Nebrija, pp. 8-14.